El Sombra y Tito, es un cómic de acción. Im- pecable en su narrativa, trazo y tintas. Su alto contraste fortalece su atmósfera noir, pero el contenido nos da más de lo que promete su forma. Principalmente, un jazz rasposo, un ritmo visual frenético, y mucha diversión. Negritud en lo policiaco, pero también en el humor. También desolación, mensajes anar- quistas, distopía y sinestesia, porque su lectu- ra nos cruza los cables, y sus dibujos nos ha- cen escuchar música, saborear la sangre, oler la pólvora y experimentar vértigo: volvernos locos en el mejor sentido del término. Es, además, es profundamente literario. Todas las citas y guiños se agradecen; todas sus referencias, desde Cortázar a Chandler, pasando por Poe, Borges, Flaubert, Bukowski, Dostoievski, Maupassant, Camus, Hernán- dez y Borges, cumplen su función. Ninguna sobra, todas alimentan su extraño universo. El Sombra, nuestro detective privado adicto, cínico y tramposo, siempre envuelto en histo- rias rocambolescas y delirantes, pero ancla- das en un mundo tan real y humano como la corrupción y la decadencia, ha regresado. Con él, Tito, su ayudante perfecto y gran lector, y sus enormes personajes secunda- rios: Baby Face, el Comisario Díaz. A estos les acompañan nuevos seres, Ave Fénix -lu- chador social y deportivo-, El Mariachi y la femme fatale Madamme Voulez-Vouz |